viernes, 1 de mayo de 2020

COÁGULOS ABOMINABLES


EL FIN




                 El viejo hombre dormía en esa hamaca bajo la palmera. Viaje empresarial de vacaciones. Atrás la oficina en Bogotá, el estrés, los trancones, atracos,  pordioseros con niños de brazos algo famélicos en el semáforo, líos judiciales corruptos, el frío y solitario apartamento de toda la vida en Teusaquillo. El ruido raro del motor de su  Renault 9 verde del 85… En fin. Toda la mierda empaquetada al vacío de su vida.
Había vientos muy fuertes que soplaba la mar. La hamaca mecía un bulto de tejidos y fluidos  palpitantes. Una maraña de sueños desechos o hechos trisas. El hombre sonrió, pues en ese momento, soñaba que por fin se jubilaba y vivía en el caribe, con una mulata que cumplía sus deseos y fantasías eróticas irrealizables,  mientras, en sueños,  llevaba una bandeja con un coctel  de agua de coco, yerba-buena y ron blanco. De forma onírica, guiñaba un ojito tras bajar un poco los ridículos lentes oscuros de carey, un poco coquetón al mostrar sus dientes, de repente no postizos ni amarillentos, mientras ella se acostaba con él, viendo el ocaso y así, sonreían como idiotizados por los rayos naranjas del sol  naufragante…
…Entonces, de súbito, pasó chillando una gaviota y justo en ese momento, cayó un coco en la cabeza pelada y roja del viejo. La sangre se mezcló con las sombras en la arena. El fruto verde no se abrió; en cambio sí lo hizo la testa del viejo hombre. Los gritos de los amigos y los empleados del Hotel, al ver el suceso se fusionaron con las llamadas frenéticas a las autoridades. Las sirenas, el falso llanto, las imprecaciones, los periodistas de crónica roja, que titularían en la prensa: El coco le rompió el coco. Todo formó un estrepitoso barullo. Hombres vestidos de blanco, entre risitas,   llevaron el cadáver en un camión. Algunos de la empresa fueron a la playa. Otros se quedaron en el hotel, bailando  y bebiendo ron con agua de coco hasta el alba. Ya achispados, hubo propuestas de demandar al dueño del lugar, a la ciudad, al Estado, a alguien… Y de repente alguno de esos leguleyos gritó: !!!HAY QUE DERRIBARLA: ABAJO LA PUTA PALMERA QUE MATÓ LAS VACACIONES!!!
Así es que con hachas y machetes en mano, entre sollozos de gritos, derribaron, esa maldita asesina. No obstante, tras las primeras risas y los gritos de  “ABAJO ESA PERRA SIN ALMA”, sus rostros pálidos vieron cómo caía la palma sobre tres habitaciones de lujo de ese hotel en Santa Marta…
Tras pagar los daños al dueño y preparar el traslado del occiso a la capital, todos partieron algo compungidos y con jaqueca tras la juma, a la velación del viejo,  quien valga la pena recordar, no conocía el mar y jamás había bebido agua de coco con ron. Todos sabían ahora, montados en ese avión destartalado, que era un hecho: habían terminado de repente las vacaciones.


MINIFICCIONES METAFICCIONALES Y METALITERARIAS

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