MALDITA MALDICIÓN
A
Andrés Caicedo le profanaron la tumba tras años de haber muerto. Fue un grupo
de lectores profanáticos. Enfermos de la mente por la obra maldita de
nigromancia llamada El Necronomicón. El escritor suicida quedó perplejo
tras la resurrección. Se palpó la boca: le habían arrancado los dientes excepto
los colmillos. El hecho es que Andrés Caicedo,
iba por ahí un poco desnarizojerizado de la nostalgia. Por supuesto, casi nadie
lo reconocía. Le vieron en discotecas de salsa y rock and roll. En cinemas
matinales. Absorto en películas de vampiros, vaqueros y comediantes. Y bajo la
canícula, sentía sed de sangre con vodka. Ahora Andrés Caicedo, está condenado
a vagar sempiterno tras regresar de entre los muertos.
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