LA
VENGANZA DE LA BRUJA
“Yo no creo en las
brujas; pero de haberlas, haylas”
Dicho popular
La bruja fue descuartizada con una sierra de
motor. Pero ¿por qué no le salvó la sal negra en sus bolsillos?¡Cómo es qué el
Buziraco, a quien lamía el culo la vieja en los aquelarres del monte, no le resguardó
el pellejo? Alias Cuchillo había decretado muerte a la brujería negra. Porque
los muchachos Uñas negras, los rezados, estaban cayendo en combate como fichas
de dominó contra los otros paracos.
- Maten
a esa vieja hijueputa que no es más que una estafadora.
- Como
ordene mi comandante.
- Píquenla
a machete o con la motosierra que así aprenden a respetar estas putas.
- Como
ordene mi comandante.
- Y
córtenle esas tetas que besan el piso: denlas de comer a Rambo y Capitán,
perros malparidos que deben estar hambrientos. Denle un poquito a Caifás que a
ese caballo guevón le gusta la carne de personas…
- Como
ordene mi comandante.
- Ah y
Benítez, tráigame una cerveza fría y otra botella de guisqui que está esto
hecho un horno…
- Sí, un
infierno mi comandante.
- Bueno
ya. A matar a esa bruja hijueputa y la echan al río.
Y así
se hizo. A Sofía la picaron en pedacitos. Los perros se relamían con ella. El
río se tiñó de carmesí. De nada sirvió su experiencia en el mundo criminal.
Desde que su abuela enseñó aquellos ritos y artilugios. Aconsejó a guerrilleros
y paramilitares por igual. A narcotraficantes. Famosos. Políticos. Como aquel
Senador que la contactó y dijo:
- Sofí,
yo lo amo. Lo amo a él. Pero no me corresponde. Hacéle algo bien malo para que
me ame. Y para que gane mi candidatura.
- Patrón:
sus deseos son órdenes. Eso en nueve noches estará hecho.
- NO: LO
DESEO YAAAA!!! -decía aquel político homosexual que deseaba sodomizar a su
secretario privado. Así, en privado como todo un Calígula.
- Patrón:
tómese esta pócima y aceleramos el trabajo. Aunque le va a costar un poquitiquito
más.
- No
importa Sofi: LO DESEO YAAAA!!! -gritaba el obtuso sodomita del Senado, con una
risita de mandril.
Y tras
rezos y bizarros rituales con tierras raras de cementerios, y sangre de chivos
y gallinas culecas, así sucedió. Asimismo, aquella vez que la archifamosa
actriz porno, Kia Malifa, le pagó miles de dólares para que secara a su
competitiva, la sensual Esmeralda Gómez. Y ésta quedó como una momia. Con el
trasero seco, lleno de gránulos con pus verduzco. Con hemorroides que le
hicieron fracasar en la industria pornográfica del sexo anal. Los melones desecados
y sin semillas como limones de Etiopía. La cara se hundió como un pozo por los
maleficios de Sofía. Así acabó con cientos de carreras en Medellín. Y los traquetos
que se odiaban entre ellos y se echaban pestes negras unos contra otros como
lobos caníbales, ciegos de la cólera. Y aquellos sapitos rojiamarillos que
vomitó el traqueto obeso, al que le gustaban los niños travestis, allá en
Doradal, Antioquia. Y el fiscal que le pidió ayuda para frenar los procesos en
su contra. Pusieron un sortilegio bajo el escritorio de la investigadora. Por
lo tanto, ésta fue arrollada por una ambulancia mientras bajó a comprar
empanadas o tacos chinos. Y aquel narcotraficante, al que la bruja ayudó a
relacionar con el presidente Julio Cesar Turbay Ayala para exportar coca como
si fueran bananas de la Chiquita Brands... Y el negro alcalde de Sucre que cagó
tres huevos negros, y lloró porque dijo estaba curado por la magia de Sofía. Pues
llevaba trece meses sin poder defecar. Y a aquel enano traqueto llamado Sansón
Pino, el paisa ese famoso al que luego le harían telenovelas, al que le hizo
coronar más de diez mil kilos de coca con lo que se hizo un implante de tibia y
peroné y creció y creció y luego fue alcalde de Sonsón. Así fue como se hizo
conocida en todo el país la bruja. Sus trabajos se cotizaron en el mundo
esotérico.
Por
eso fue contratada por las AUC. Para que rezara a los muchachos paracos
llamados Uñas negras. Y así ser invisibles a las balas. Inmunes al
plomo. Sólo que esta vez no funcionó. Y la bruja fue destrozada con la
motosierra a las cinco de la tarde. Olía a horror y excrementos acres. La
sierra se detuvo. Los perros ladraban exultantes. Llenos de ira. El paroxismo
del sol parecía manchado de sanguinolentos gritos de dolor…
Al día
siguiente, alias Cuchillo, en medio de la jarana, ordenó le mostraran
evidencias de la barbarie. Los Uñas negras habían guardado la cabeza de la
bruja. Tomó impulso, bebió un infinito trago de whiskey, eructó, se sacó un
moco, tosió, rascó su sucio trasero. Dejó caer una flatulencia y dijo:
- Bruja
hijueputa: por mentirosa. -tras lo cual eructó con aroma a caño con gatos
muertos y ratas que habían fallecido hacía años... Quizá milenios.
Corrió
y corrió como un bucéfalo. Aunque más parecía un caballito de madera. Pateó la
cabeza que en perfecta parábola llegó al fondo del río.
- GAAALLLLLLL
HIJUEPUTA. GAAAL… Cerveza para todos… Cerveza para… Jejeje… Todos. GAAALLL.
Gritó alias Cuchillo. Y dijo:
- Y eso
es para todos los cabrones que crean en el poder de las brujas. Mariconadas. Al
próximo que vea con las uñitas pintadas de negro, lo llevamos al maniquiur allá
al fondo del río ¿oyeron hijueputas?
Eran las tres y treinta y tres de la
madrugada. En los llanos orientales, el sopor robaba las horas de sueño. Era un
insecto que ululaba veneno. La paranoia se apoderaba de la atmósfera. Olía a
miedo. En la mañana había llovido plomo desde el otro lado del río. Los otros
paracos hostigaban casi siempre a las doce del día. La hora estúpida. Sonaban
los chillidos de las aves nocturnas.
Ahora
alias Cuchillo tenía una pesadilla. Soñaba que iba caminando por un campo
yermo. Un llano de candela donde de repente se oía el carcajear de una
gigantesca gallina negra. Era una especie de dinosaurio emplumado. Un ave de
corral de treinta pisos. Lo seguía. Y le apuntaba con la trompa. Era la bruja
Sofía. Quería desayunarlo. Él deseaba correr. Mas no lo lograba. Porque ahora
era un gusano rosado. Se arrastraba gimoteando y llamando a su mamita. Pero era
demasiado tarde porque Sofía abrió su pico y lo engulló. Luego era una babosa y
ella un kilo de sal negra que llovía sobre su lomo. Lo derretía sobre un espejo
caliente. Él lloraba como burbujas de nada. Despertó cagado. Literalmente. Fue
al río a bañarse y sintió que algo le picoteaba el pene. Salió. Aún olía a
mierda. Disimuló. Fue a beber whiskey y ver Le Tour de France en un viejo TV…
Sin
embargo, al caer el velo de la noche, todo cambiaba. La bruja regresaba en
sueños. En realidad, en pesadillas. Ahora era una tortuga caminando por la
selva. Sofía la levantaba. Le ponía patas arriba. Él movía la cabecita en vano
porque la bruja-cocodrilo-boa venía a cenar. Despertaba siempre con los
pantalones machados de marrón. La otra
noche, era una guayaba medio podrida devorada por los gusanos. Una cabeza de
guayaba con ojitos y los dientes amarillos. Ella, convertida en pajarraco
verdinegro, venía a picotearle los ojos. Olían a mierda y a suciedad sus sueños
pesados. Como un kilo de mierda empaquetada al vacío que de repente fuese
abierta con un cuchillo. Todo este disparate llegó al colmo cuando, una mañana,
aterrado, gritaba que era un cangrejo y que la bruja lo quería ver patas
arriba. Retorciéndose de estremecimientos. Dijo que era un cuchillo sin filo.
Intentando cortar el velo de la realidad. Pero que ahora era imposible. De día
los combates eran atroces. Mataban y mataban a los otros paracos, que caían
como fichas de ajedrez. Mas de noche lloraba como un bebé de pecho. Gritaba
entre gimoteos:
- MAMAÁAA… Ay mamasita ayuda… Ay mamita…
Ayayayyy…
Así es
que los subalternos, ebrios de cólera por los maltratos del comandante,
decidieron que le harían un juicio de guerra. Los Uñas negras le asesinarían
con un tiro de gracia al amanecer...
Esa
noche, alias Cuchillo soñó que era un cuchillo de cartón. Material de utilería
de una farsa del teatro de guerra. Era devorado por un faquir traga-metales que
lo escupía echo balas de mierda. Había esqueletos saltimbanquis. La bruja Sofía
volaba como un chimbilaco. Se carcajeaba como una hiena vengativa. Luego
Cuchillo, soñaba que era balas de barro. Disparadas por un fusil Galil que lo
devoraba y vomitaba contra un muro. Quedaba hecho un reguero de excrecencias y
licuefacciones. Luego la bruja era una enorme calabaza púrpura rodando hacía
él. Creyó que la penetraría. Mas se dobló como un falo impotente. Era de
cartón, pura utilería de una tragedia. Fue arrollado. Despertó sudando
petróleo. Creía que gritaba que la maldita bruja lo había enloquecido, la muy
perra. No obstante, todos oían cómo cacareaba de forma estúpida y llamaba a su
mamita con balbuceos y voces guturales… Tomó el fusil R-15. Se voló la tapa de
los sesos frente al río gritando incoherencias entre espumarajos que olían a
ano. Como en un vernáculo lenguaje de crustáceos. O de insectos de la selva
virgen: ese infierno verde que hipnotiza y hechiza al desprevenido viandante…
…Quizá
esto le sucedió porque, como decía el acérrimo y cerril Santo Tomás en el
Evangelio de san Juan: “hasta no ver; no creer”. O como decía mi abuelita, que
descanse en paz: “yo no creo en las brujas; pero de haberla, haylas”.
Por:
VÍCTOR
HUGO OSORIO CÉSPEDES
No hay comentarios:
Publicar un comentario