EL CÍRCULO MALDITO
“Como Sade en sus escritos, como Gilles de Rais en sus crímenes, la condesa Báthory alcanzó, más allá de todo límite, el último fondo del desenfreno. Ella es una prueba más de que la libertad absoluta de la criatura humana es horrible”.
La condesa sangrienta
Alejandra Pizarnik
El tiempo es una ilusión. Pasado, presente y futuro no constituyen una línea llana. Es más bien, una suerte de serpiente circunvalar. Lo sé porque he sentido su dentellada. Soy Jacinto Cruz Usma. Otros me llaman Sangrenegra. Aunque en verdad soy Atila, el Huno. Para los romanos: El Azote de Dios… Porque fui, soy y seré el abismo del espacio-tiempo que, como un áspid, se ha envenenado a sí mismo, de forma sempiterna. Soy el horripilante rostro de la libertad humana. Y esta es nuestra historia:
Voy galopando por las llanuras húngaras. El viento sabe a rojo. Sé que desde que soy Rey de los Hunos, he tenido sueños premonitorios. Halcones que caen en picada sobre mis propios ojos. Saborean el color de mis temores. Huele a miedo al despertar. Veo presagios. El Mago de Oriente ha vaticinado que moriré al sur… Bajo la sombra de una cruz de oro.
…Sé que asesiné a esas personas. Me supo a azul su sangre. Soy Sangrenegra y soy el que soy. Almanegra me retó. Disque beber cinco tragos con el corte de franela. Bebí quizá tres litros. Con mi daga, sajé de un tajo el cuello de esa muchachita que gritaba. Y de ahí mi
mote. El imbécil de Lleras Camargo y sus treguas. No dejaremos pájaro con cabeza. Desde el monstruo Laureano Gómez tengo estas pesadillas horribles. Ayer cuando robamos los cerdos al viejo Macario, volvieron las visiones. Me veo en una estepa a caballo, disparando flechas… Que le recen al godo de Rojas Pinilla.
Y ahí estoy otra vez, con estos sueños que no logra comprender el Mago... Sé que hoy asesinaré a mi hermano Bleda… No soporto sus reproches. Y el oro será sólo mío. Mañana cruzaremos el Danubio e invadiremos Roma. Después de las caídas de Naissus y Constantinopla, sé que se rendirán a mis pies. Aunque las visiones regresan, me veo entre bosques, cortando gargantas de gente que exulta plegarias al Dios de Roma. He visto el signo de la cruz… Aunque me llamen el Azote de Dios… Desearía que la humanidad tuviese una sola cabeza: para cortarla de un tajo.
…Y me veo otra vez en sueños. Hoy cruzaremos el río Magdalena. En San Juan de Rio Seco, mataremos a unos pájaros. Ya nos pagaron por ese trabajo. Anoche cuando cerraba los ojos en el cambuche, vi otra vez esas enormes llanuras y un río. ¿Será por esa profesora que ahora mismo violan los muchachos? ¿Qué fue lo que dijo de un tal Atila? Debe ser esa bruja hijueputa que sabe de mi gusto por la sangre… Que vuelo por las noches en forma de niebla. Sabe de mis secretos con el Putas. Cierro los ojos y huelo la putrefacción de un campo de batalla con gentes que no reconozco… Le cortaré el cuello a esa maldita ya mismo. Quitarle ese escapulario y echarlo al río…
De repente me veo degollando a una mujer con el signo de la cruz. Recordé al obispo de aquella catedral en la Galia. Lo decapité entre carcajadas de vino. Su cabeza rodó bajo el altar donde invocan algo. Cuando en los campos cataláunicos nos vencieron los malditos romanos. Quizá esa vez -como siempre- me excedí con el vino. Es una suerte de error que jamás pienso cometer. Cierro los ojos y me veo entre montañas y un río enorme. ¿Es acaso el Rhin que crucé antaño para matar esas tribus? Mi Mago no sabe descifrar estos sueños extraños… Sigo viendo el signo de la cruz en mis pesadillas.
…Tras la masacre huimos a la región de los nevados. Hace un frío de los mil diablos. En medio del insomnio, veo cómo decapito a personas que hablan de formas que no entiendo. Viene a mi mente el sabor de la palabra borgoñeses, que no sé qué quiere decir. Intuyo es
algo malo. A veces me sabe la punta de la lengua a plomo. Ayer cuando pasamos por una finca, les dije:
-O mata a ese culicagado o mira cómo los mato a todos todos.
-Por el amor de Dios, tenga compasión… -dije: tome este cuchillo que estamos de afán. ¡El tiempo vale oro… YA!
El oro de Roma será todo mío. El astrólogo de Oriente me dice que moriré si voy al sur. Y cuando cierro la mirada, veo cerdos podridos, en un hilo de metal con dientes. Los rodean el vuelo de aves negras. Es un presagio. Tras el rito de guerra de hace días en la Galia, corrieron ríos de sangre negra. Mis halcones y caballos tienen miedo de correr y volar. El vino sanará estos temores: más esclavas y vino, Orestes, apresúrate…
… Anoche oí el vuelo de una bruja. Quise convertirme en niebla mas no pude. Necesito más sangre… Desde que asumí el control, tras la muerte de Almanegra, hemos matado a quien se atraviese. En Anzoátegui, en medio de la machetera, vi un río de sangre oscura. Un halcón sobre mi cabeza y siempre a caballo. Lo mismo sucedió en El Líbano, cuando matamos a esa camarilla goda. Y todo se agravó cuando en la vía de Alvarado a estas montañas, asaltamos ese bus de Rápido Tolima y decapité con el azadón a ese maldito policía. Los detesto. Y de un solo ZASSSS rodó esa cabeza. Y vino a mi mente la palabra visigodo, y Naissus y Constantinopla y Roma. Esa última me recordó a la palabra amor; sin embargo, yo de eso no sé nada. Odio los caballos y me veo en uno, galopando por las llanuras húngaras. Quizá sea tanto aguardiente Tapa Roja y éstos Piel Roja que me dañan la cabeza. No sé. Tengo sed de sangre. De venganza. De destrucción y muerte.
Amo a mi caballo. Aunque ayer recibió un flechazo. Morirá. Lo comeremos. La carne cruda ennoblece a mis guerreros. Con sus sillas de arqueros ecuestres, venceremos a los romanos. Bajo los efectos del vino, me veo a los pies de una montaña blanca. Me siento decapitar con un instrumento extraño a un hombre que grita. Tras el alba, empalaremos a los traidores que, de forma maldita, dejaron mis líneas para servir al enemigo. Sufrirán por tres días quizá… Lo cual me recuerda los cerdos putrefactos al aire, comida de gallinazos, que veo de nuevo al cerrar los ojos. La sangre se escurre por mi rostro.
Desquite me contrató para matar unas personas en El Líbano… Fuimos y matamos a esos majaderos. Pero la represalia de los cerdos policías nos dejó sin aliento. Corrimos por las montañas, y por más que me convertí en niebla, una bala me rozó. Mataron a dos o tres, pero regresamos a Santa Isabel de Hungría… A veces, cuando cerraba los ojos para respirar, me veía en una piscina rodeado de mujeres sin ropas. Bebiendo vino entre risotadas… Desearía ahora que huyo, un trago de aguardiente… Y un pucho. Las balas resuenan cerca. Debo correr. Correr. Correr…
Recuerdo a mi hermano Bleda. Le asesiné con una flecha en el bosque negro, cerca al río Danubio. Estas estepas húngaras no son suficientes para dos reyes de los Hunos. Y el oro de Roma será todo mío. Nadie podrá vencer mi veleidoso apetito por la sangre. Ni los deleznables magos de oriente, a quien ordené decapitar, lo harán… Aunque sueñe con esa palabra Cruz Usma, que no tengo la idea de su significado. Ni de Jacinto, que vienen a mi mente entre retortijones, en las noches de vino junto a mis concubinas y esclavas…
Tras esa masacre volví a Santa Isabel de Hungría. Esta vez subimos al páramo. Y en Totarito decapitamos, violamos y quemamos a 19 hijos de puta godos con sus seis bastardos. Ya eso colmó la calma de esas gentes. Y con el coronel Matallana nos arrojaron de granadas al cambuche. Nos pillaron. Nos dieron en la jeta. Por eso me tocó largarme para el Quindío y por los lados de Pereira. Fue cuando recibí un telegrama de Felipe, mi hermano que estaba en El Cairo, por allá en el Valle. Y me ofreció guarida. Y me largué por esos lares. Como entre sueños, me veía rodeado de montañas de monedas de oro. De toneladas de riquezas. Mujeres. Bebidas. Placeres…
Orestes, el romano, me ha dicho que modere la bebida. Es un imprudente. Mas no lo decapitaré. Es mi noche de bodas y la salvación es suya. Mas veo aún rezagos de mis pesadillas. Me veo huyendo de una sombra. De mi pasado… ¿Es el recuerdo amargo de Bleda? ¿Su cabeza parlanchina más allá de la muerte? Merecía morir el maldito…
Ahí está mi hermano Felipe. Ya no reconocía su cara. Llevo mi cartuchera con munición suficiente. Mi carabina y este uniforme de policía que robé. Al tipo al que corté la cabeza con un azadón. Jajajajaja. Por allá en el Tolima. Tierra de cachiporros…Me dice mi hermano que descansemos. Que mañana comeremos un sancocho de gallina. Que tranquilo…
¿Y por qué maté a Bleda? No interesa. Sólo deseo penetrar a mi esposa, oro y vino. Al cerrar los ojos veo que viene corriendo un enorme perro. Estoy herido. Me sale sangre negra por los orificios. El lebrel se ensaña en mi sexo. Me desgarra la carne. Gimoteo. Sufro. Lloro. Llevo una cosa metálica a mi boca. Halo un interruptor. Sale algo que destruye mi cabeza….
…Y mientras descubría la traición de Felipe, corrí por el cañón. Hui de los perros y cuando estaba sobre el río, mis ojos veían a una mujer desnuda aterrada, llorando, en una cama nupcial. Me sentí impotente por los ríos de sangre que manaban por mis fosas nasales. Me ahogaba en mi propia sangre negra, como si fuera el Rey de una tribu de bárbaros abominables. Quizá por eso el tiempo, es una serpiente circular. Es el círculo maldito.
POR: AZATHOTH
SANTA ISABEL DE HUNGRÍA, TOLIMA, 2024
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