lunes, 25 de septiembre de 2017

CERO CERO CERO CERO-TAURO






Resultado de imagen para ACCIDENTE TRANSMILENIO  Clavando la mirada de su tercer ojo invisible en el ojo de ciclope del televisor, todas las noches jugaba consigo mismo a adivinar los números de la lotería. La presentadora, tras la mueca de una sonrisa postiza, dejaba escapar estas palabras:
-          -Muy buenas noches a todos nuestros televidentes, hoy realizaremos el sorteo número sesenta y nueve cero uno  de Súper Astro Millonario, el juego que lo hará feliz de la noche a la mañana con sólo adivinar cuatro números y un signo zodiacal… Nos acompañan los delegados de rifas, juegos y espectáculos quienes darán transparencia y seguridad al sorteo… Delegados…
 Y allí los miraba con el rabillo del ojo, siguiendo el guion de su parafernalia. Estos parpadeaban asintiendo como  farolas rotas. La rubia continuaba:
-          -¡¡¡Que rueden las balotas y muy buena suerte a nuestros apostadores!!!
Luego la rubia de dientes cristalinos y ojos lapislázuli  presentaba a los delegados de rifa- juegos y espectáculos de la ciudad de Bogotá. En sus miradas de vidrio se notaba el constreñimiento de aquella tras la falsa aprobación y el odio por no evacuar nada cuando meditaba sobre el inodoro sobre su suerte negra y su colon irritable. Y el otro con cara de pez en el sartén de los sueños frustrados, frito como una trucha medio cruda y contaminada con cianuro. El hombre desde su cama iba fumando un poco de su pitillo mientras se adelantaba a la rubia:
-          -Seis… -Decía el hombrecito haciendo aros de humo.
-          -…Seis, ¿es eso cierto señora delegada? – Y la rubia le mostraba la balota con el pequeño número 6, y la flaquita le decía: “es correcto”, y hacia cara de póker.
-          -Nueve…-Mascullaba el tipejo entre una humareda azul.
-          -…Nueve, ¿es así señora delegada? –Y la flaca que sí, que era correcto.
Y así seguía con las otras dos balotas. Cero. Cero. Uno. Uno. Correcto. Correcto. Cara de buey ponía el hombre al adivinar el signo: libra. Y su cara era de batracio con alas de simio y pies de gusano cuando noche tras noche, lograba vaticinar los cuatro números y el signo.
-          -¿¡Pero cómo, maldita sea, no he comprado el tiquete, el boleto, soy un asno menso!!!
Dijo una noche el hombre. Tras haberlo decidido y harto de su vida muerta, de su tedio sudoroso de ser viandante, de vocero que vendía la prensa día tras día, decidió esa noche comprar su boleto. Apostó su número: el cero cero cero cero signo Tauro… Y fue a casa. Echándose en su camastro como un perro hambriento de ansiedad, encendió la vieja teve de antena aérea como espinazo de pez. Y la falsa  rubia siliconada del concurso anunció el número ganador; pero esta vez no era el suyo. Así es que destrozó todo, chilló y gimió y chilló como un niño de pecho, enloqueció total, salió de la casa echando vapor y espuma roja y pateó un gato negro con el pecho blanco, puñeteó a una anciana, maldijo al Universo y sus intrincados ambages engrasados de azar. Y enceguecido por la ira, mientras maldecía a las estrellas, a los astros, al cosmos, se creyó un toro y embistió un bus articulado de Transmilenio, con tan poca suerte que perdió la vida.

Al otro día, en la prensa advertían que el número y signo ganador de la lotería se habían repetido: 0000 TAURO. Y al día siguiente también. Y al tercer día fue lo mismo. Entonces decidieron cambiar el nombre al juego. Y prohibieron esa apuesta. Y así lograron continuar con el destino y la buena suerte para algunos; no para todos.






POR:
VÍCTOR HUGO OSORIO CÉSPEDES

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