CERO CERO CERO CERO-TAURO
- -Muy buenas noches a todos nuestros televidentes, hoy realizaremos el
sorteo número sesenta y nueve cero uno de
Súper Astro Millonario, el juego que lo hará feliz de la noche a la mañana con
sólo adivinar cuatro números y un signo zodiacal… Nos acompañan los delegados
de rifas, juegos y espectáculos quienes darán transparencia y seguridad al
sorteo… Delegados…
Y allí los
miraba con el rabillo del ojo, siguiendo el guion de su parafernalia. Estos
parpadeaban asintiendo como farolas
rotas. La rubia continuaba:
- -¡¡¡Que rueden las balotas y muy buena suerte a nuestros apostadores!!!
Luego la rubia de dientes cristalinos y ojos
lapislázuli presentaba a los delegados
de rifa- juegos y espectáculos de la ciudad de Bogotá. En sus miradas de vidrio
se notaba el constreñimiento de aquella tras la falsa aprobación y el odio por
no evacuar nada cuando meditaba sobre el inodoro sobre su suerte negra y su colon
irritable. Y el otro con cara de pez en el sartén de los sueños frustrados,
frito como una trucha medio cruda y contaminada con cianuro. El hombre desde su
cama iba fumando un poco de su pitillo mientras se adelantaba a la rubia:
- -Seis… -Decía el hombrecito haciendo aros de humo.
- -…Seis, ¿es eso cierto señora delegada? – Y la rubia le mostraba la balota
con el pequeño número 6, y la flaquita le decía: “es correcto”, y hacia cara de
póker.
- -Nueve…-Mascullaba el tipejo entre una humareda azul.
- -…Nueve, ¿es así señora delegada? –Y la flaca que sí, que era correcto.
Y así seguía con las otras dos balotas. Cero. Cero.
Uno. Uno. Correcto. Correcto. Cara de buey ponía el hombre al adivinar el
signo: libra. Y su cara era de batracio con alas de simio y pies de gusano
cuando noche tras noche, lograba vaticinar los cuatro números y el signo.
- -¿¡Pero cómo, maldita sea, no he comprado el tiquete, el boleto, soy un
asno menso!!!
Dijo una noche el hombre. Tras haberlo decidido y
harto de su vida muerta, de su tedio sudoroso de ser viandante, de vocero que
vendía la prensa día tras día, decidió esa noche comprar su boleto. Apostó su
número: el cero cero cero cero signo Tauro… Y fue a casa. Echándose en su
camastro como un perro hambriento de ansiedad, encendió la vieja teve de antena
aérea como espinazo de pez. Y la falsa rubia siliconada del concurso anunció el
número ganador; pero esta vez no era el suyo. Así es que destrozó todo, chilló
y gimió y chilló como un niño de pecho, enloqueció total, salió de la casa echando
vapor y espuma roja y pateó un gato negro con el pecho blanco, puñeteó a una
anciana, maldijo al Universo y sus intrincados ambages engrasados de azar. Y
enceguecido por la ira, mientras maldecía a las estrellas, a los astros, al
cosmos, se creyó un toro y embistió un bus articulado de Transmilenio, con tan
poca suerte que perdió la vida.
Al otro día, en la prensa advertían que el número y
signo ganador de la lotería se habían repetido: 0000 TAURO. Y al día siguiente
también. Y al tercer día fue lo mismo. Entonces decidieron cambiar el nombre al
juego. Y prohibieron esa apuesta. Y así lograron continuar con el destino y la
buena suerte para algunos; no para todos.
POR:
VÍCTOR HUGO OSORIO CÉSPEDES
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