“LATERAL
SUR, COMO LA VIDA MISMA”

“El Futbol Y La Patria Están Siempre Atados,
Y
Con Frecuencia Políticos Y Dictadores
Especulan
Con Esos Vínculos De Identidad”
Eduardo
Galeano, 1995, Pág. 8.
L
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ateral sur, del autor Elmer Jeffrey Hernández,
Licenciado en filosofía y letras, Especialista en la enseñanza de la
literatura, escritor, narrador, ensayista y poeta, es una obra que conjuga la
fugacidad de la modernidad, la pérdida de valores entrañables, el aislamiento,
la conciencia e inconciencia del mundo, el desarraigo interior, la permanencia,
la quietud, así como la vida misma.
El fútbol desde sus inicios ha sido
representación y expresión de libertad. Basta con recordar algunos ejemplos
como el del equipo del Dinamo de Kiev, el cual en 1942, en plena ocupación y
tras reiteradas amenazas, venció no sólo al equipo contrario, sino también el
temor y el miedo, recuperando lo más importante para un ser humano: la dignidad
y libertad. Asimismo, debe evocarse a jugadores como Euskadi Isidro Lángara,
quien durante la Guerra Española fue exiliado en una época en la que el fútbol
representaba, más que una bandera, el honor, la patria e ideales.
Indudablemente, el fútbol trae consigo una
carga significativa que devela elementos relaciones, condiciones sociales,
económicas y políticas, en donde se mantiene una constante tensión. El
personaje en cuestión es un cúmulo de tales elementos simbólicos, un reflejo de
la situación de marginalidad a la que son sometidos gran parte de la población
juvenil, un ser dotado de una suprema conciencia frente a su situación mortal y
pasajera.
En el relato el estadio simboliza el espacio
donde confluyen los deseos, las atracciones y privaciones que lleva a cuestas
un joven marcado por la descomposición social y familiar, la marginación, la
miseria y el olvido, un lugar con memoria, pues jamás olvidará aquel momento sublime
en el que un ser libre es consiente y
toma su libertad, por primera y última vez.
El hincha, ese ser apasionado por su equipo,
por sus amigos, su familia, es representado aquí con sus problemas internos y
externos, adentrándose en su psiquis y estableciendo una relación de
comunicación constante con él mismo. De esta manera llega a ser un testigo
directo de sus experiencias, todas muy cercanas a la muerte, viendo a través de
sus ojos la percepción del mundo que se construye a cada paso, con cada canto y
a cada grito.
Asimismo se configuran los distintos caminos y
calles que recorre y revive, “ Nos
fuimos a pie, cuarenta y tres cuadras, mamá, y de moneda en moneda logramos las
entradas para lateral sur, las más baratas, mamá” (Hernández , 2008, pág 6)
. caminos que lo dirigen al lugar sagrado, el estadio y al final de su vida, en el
constante diálogo del personaje con su ser consiente, se deja entrever una
visión caótica de la situación del hombre en la modernidad, en medio de la
marginación y el estado de invisibilidad de algunos sectores de la sociedad.
Por tal motivo, el personaje desposeído
de nombre es uno más de ellos, quienes
transgrediendo las normas y lo establecido logran hacerse visibles en un mundo
y en una sociedad de sombras y formas distorsionadas de los valores.
La nostalgia y la añoranza por el pasado es reflejada
recordando este glorioso momento de transgresión a la ley, “usted no lo sabe,
pero hace como veinte días, Tocayo, Javier y yo fuimos al estadio” (…) “cuando
salté a la pista tres policías trotaron hacia mí con los bolillos en la mano. Y
corrí, corrí mucho y los dejé atrás, bien atrás, pero cuando pisé el gramado un
policía que no sé de dónde salió me cerraba el paso; no sé, mamá, cómo hice,
pero con un amague logré escapármele y oí que el estadio me ovacionaba a
rabiar” (Hernández , 2008, pág 7); Ese
momento de libertad, ese momento sublime lo hace un ser quínico y le permite
escapar de la acción represiva de los cinismos de Estado que se representan en
los estamentos policiales y estatales que guardan y velan por el orden
establecido.
En Lateral sur, un cuento moderno, se hallan
múltiples voces y discursos sobre la verdad, la justicia, el amor, la
desigualdad y el olvido, discursos que interactúan entre sí; también se muestra
la construcción de nuevos lenguajes, y nuevas posibilidades de comunicación y
expresión del ser. Esto último se manifiesta a través de cantos del fútbol, los
cuales se convierten en expresión de una realidad que se opone a toda acción de
ocultamiento, al acallamiento, a la unificación de los pensamientos y la razón,
a las necesidades y el
olvido.
“Por suerte todavía aparece en las canchas,
aunque sea muy de vez en cuando, algún descarado carasucia, que sale del
libreto y comete el disparate de gambetear a todo el equipo rival, y al juez
y al público de las tribunas, por el
puro goce del cuerpo que se lanza a la prohibida aventura de la libertad”
(Galeano, 2002, pág 6). Cómo podríamos llamarlo más que carasucia, loco, transgresor, feliz y libre;
Ese momento de libertad lo visibiliza, le da identidad y le da lo más
importante: un nombre a alguien a quien ahora es un amigo, un compañero, un
camarada que hace parte del pueblo.
“Hay una
serie de miradas que quitan la vida y otras que la restituyen, miradas que
matan; miradas que alientan” (Vásquez, 2002, pág 82). Yaciendo sobre el
asfalto, agónico, recuerda a su madre con dolor de cabeza, su reacción lo hace
pensar algo “que será de ti mamá” (Hernández, 2008, pág 9) Cuando sepas
lo que sucedió, expresa con esa mirada similar a la del inquisidor, esa
mirada que por un momento lo salva, lo saca de su anonimato, pero un segundo
más tarde lo condena, tal vez como remembranza del fututo de todo quien desea
saltar sobre las barreras del olvido.
En ese momento previo al encuentro con la
eterna muerte la mirada de la joven universitaria aliviana su carga, soporta su
peso, alienta su esperanza perdida, esa mirada le recuerda a la madre en el
daguerrotipo colgado en la pared, mientras divisa las otras miradas condenadoras
de la gente que a su alrededor se lamenta, las miradas más dañinas y dolorosas,
las de la indiferencia que lo condena al peor de los exilios, el del olvido.
“Creo que usted se quitará el trapo de la
cabeza y que rodarán las tajadas de papa por el piso, creo que usted llorará y
le dolerá la cabeza, pobre mamá”
(Hernández ,2008, pág 10). El personaje, un ser quínico por excelencia,
posee plena conciencia de sí mismo, de su mortalidad, la situación social en la
que está inmerso lo muestra desposeído de toda máscara o antifaz que lo
relacione directamente con las lógicas del poder, es un sujeto libre, de un
espíritu inquebrantable, leal a sus amigos, a sus pensamientos y decisiones,
con un carácter propio, inconforme, un ser anómalo que resalta ante una
sociedad en la cual se estandarizan y homogenizan sentimientos, pensamientos y
emociones.
Toda obra literaria que sea considerada como
tal, actúa como un ‘contrasaber’ frente al poder establecido y su ethos
pedagógico como formadora de la conciencia del lector debe estar dirigida a
tales fines de derrocamiento, cambio y modificación de estructuras rígidas. Así
pues, esta narración obra como una denuncia, un grito y un clamor de los
desposeídos, desposeídos de patria,
nombre, tierra e identidad, pero no de valor, espíritu y libertad.
REFERENCIAS
·
Galeano, E. (2002). El Fútbol a
Sol y Sombra y Otros Escritos, Siglo XXI Editores, Argentina.
·
Vásquez, F. (2002). Más allá del
ver esta el mirar. Pistas para una semiótica de la mirada. Bogotá Colombia,
Editorial Fundación Cultural Javeriana de Artes Gráficas, Javegraf
·
Hernández, E. (2008), lateral sur. Cien Años de la Novela en el Tolima,
Ediciones Universidad del Tolima.
POR:
IVÁN CEDIEL MARÍN
DOCENTE DE LENGUAJE
I.E.T LEPANTO.