EL CALVARIO DEL ESPANTO
El 5 de noviembre de 1956 en la denominada Perla del Norte,
Murillo-Tolima nació Luis Eduardo Vargas Chazabas, un paliducho mono de ojos
entre azulados. Sus primeros tres años de vida fueron al lado de Marujita la
mujer que atendió su parto; pero cuando ella murió fue llevado al campo y allí
aprendió una de las labores de la finca como hoy en día él lo describe:
“al otro día que la viejita murió, mi papa Alfredo Vargas
me llevo pa´ la finca de doña Dabeyba en una yegua mora, enjalmada y yo llevaba
puestos unos pantalones verdes con unas alpargatas de caucho y una camisa
remendada. Cuando llegue al paramo se me rojearon los cachetes como un marrano
de esos sutes y se me ampollaron las patas del pedrero y desde ese mismo día me
llaman El Mono”.
Después de que su madre enviudo trabajó de guisandera en
varias fincas del pueblo y llevaba con ella a sus cinco hijos, Licimaco, Jorge,
Chucho, Reinerio y Mono, junto a sus tres hermanas Amparo, Cecilia y Rosa;
después de que maría del Carmen Chizabas su anciana madre murió, sus hermanos
se fueron a la ciudad y solo dos viven en el pueblo. El Mono ya tenía desde
hace cuatro años de esposa la difunta Ofelia Rodríguez con la cual tuvo cuatro
hijos Albeiro, Patricia, Carlos y Jazmín, cuando ella murió su cuñada Olga se hizo
cargo de Caliche, y el resto se quedaron con él.
Años después la guerrilla mató a Albeiro cuando iba para el
tajo con uno de sus niños, hoy en día patricia tiene tres niñas y los otros
viven en Bogotá. Él vive con su mujer Gloria Páez desde hace treinta años, con
la cual tiene dos hijos Marcela y Darío, el menor tiene 19 años y aún vive con
ellos ayudándoles en la finca el Ligueron en la vereda Requintaderos que está
ubicada aproximadamente a una hora del pueblo siempre y cuando se valla en un
caballo ligero como dice el mono.
El pasado mes de marzo de 2017 el Mono se vino un domingo
en la mañana de la finca con dos yeguas rocillas en las cuales traía la cuajada
que le vende al viejito Jesús. Las pastó durante l noche siguiente donde don
Luis y él estuvo tomando en la cantina “la herradura” la esquinera de la calle
la Esperanza con unos amigos, el apodado Parlante, Nuca y Raulito, vecinos de
la finca. Al día siguiente se terminó de emborrachar en la tienda de Don Mario
y ya cayendo la noche emparejó sus yeguas, cargo el mercado y se fue a caballo
siendo ya casi la 7 de la noche después de las 7:30 la familia Marín Aldana
escuchó un apresurado tropel. Al momento salieron y vieron correr dos caballos,
uno de ellos con los puchos del mercado a rastras hasta el fin de la cuadra.
Darío estando en la plaza reconoció las bestias y se fue en busca de su papá
junto con unos amigos, para entonces la familia Vargas ya estaba al tanto de la
situación y le prestaron al joven unas linternas. Unos 45 minutos después regresaron
con Mono y fue cuando relato:
“¡que susto tan tremendo mano, se me quito la rasca! Iba
enpendejao allá en el calvario del finado Samuel Jiménez, en ese canelón tan
feo cuando la yegua de carga se devolvió y en la que iba montao se paró en las
patas toda asustada y me tumbo y arrancan a toda ahí pa´ abajo.
Yo lo único que vi fue una cosa más grande que aquí la casa
de Belén que se me vino encima con unas garras largas. Jummm delo único que
tuve actitud fue de sacar la macheta y ponérmela al frente y fue retrocediendo,
entonces me espanté a correr ahí pa´ bajo tras las bestias y antes de voltear
la curva en esa trocha voltie a mirar y estaba ahí sentado en el barranco.
Y ya cuando el chino me encontró allá arriba en Las Palmas
venia en sano juicio y no veía las yeguas por ningún lao, hasta ahora que las
encuentro aquí y mire que estaba vueltas un putas”.
Momentos después mientras hablaban del finao Jiménez se
acordaron de que lo mataron a bala el 01 de noviembre del 2001 de un balazo en
la sien sin saber ¿Quién? Ni ¿Por qué? Concluyendo que era un espanto que había
asustado al Mono que podría ser el alma de este. Iban soltando las bestias al
corral de Don Leo y se dieron cuenta que no tenía herraduras, la enjalma estaba
rasgada, sin garra en el apero y muy briosas.
Al otro día las herraron y se fue con el hijo. El siguiente
domingo contaron que encontraron los residuos del mercado que llevaba por todos
lados y que las yeguas se pusieron briosas en ese trayecto y no querían pasar
como si temieran a lo sucedido en la noche anterior.
ESCRITO POR: ALEJANDRA LEYTÓN,
LAURA AGATÓN, KAREN MUÑOZ, LISVID VARGAS, GRADO DÉCIMO, I.E.T. LEPANTO.
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