miércoles, 5 de junio de 2024

ESCRITURA CREATIVA DE VÍCTOR HUGO OSORIO CÉSPEDES

 

LAS MUERTES

 

 





 

¿Para qué sirve este oráculo ciego, este guía inválido, este

inocente temerario que se inclina a cortar la flor azul en el borde de los precipicios?

Olga Orozco

 

 

VII

¿Nacer para morir?

Serpiente: clavas dentelladas en tu cola. En la rueda del Ser y el no Ser. Porque de los antiguos abismos un eco llega. Cual ola de conocimientos. Susurras: “vivir es estar muriendo”. ¿Aceptaré acaso tal destino funesto? Con la actitud de la mar bajo el sol de las doce de la noche, galopo inmutable la serpiente del cosmos y la tormenta y el ímpetu. ¿Seré acaso el fruto del árbol de la Muerte? ¿plasmaré y lavaré mis pupilas blancas en tus pupilas negras? Con mis ojos verdes de fuego en tus ojos vacíos tras las tinieblas. Con toda la fuerza y la certeza de mi melancólica felicidad. Ese azogue hechizado. Coronada de laureles marchitos, Muerte, bastará mirarme en el espejo roto de los días para reconocer tu rictus macabro. Para verte de frente cara a cara. Sin ambages. Sin máscaras. Sin desasosiego en la comisura de mis labios. Ebrio de lucidez, marcharé cual reptil que llevara a cuestas el cosmos del caos. Sempiterno. No obstante, iré feliz hacia el desbarrancadero de los tiempos. Porque seré parte del Todo. Yo soy el Universo mismo. En la medida en que soy el caos que habita en el laberinto del negro corazón del tiempo.

 

 

VI

Las Muertes

Faro de luces plagado del salitre de la noche.  Estoy en la cima de abismos invadidos por la lobreguez del instante. Al mirarme en el espejo resquebrajado de esta alma con alas rotas. Es necesario escudriñe con las uñas hasta llegar a lo más alto de las profundas y escarpadas montañas de mi Ser. Cargar y cargar y cargar ad-Astra lo petrificado del fracaso con la dicha de un Sísifo de roca.

 

V

En cada aleteo de la benevolente alba

Allí se esconden las tenazas religiosas de un insecto del tiempo al acecho. Tras las flores del mal se logran vislumbrar los ojos rojos de la bondad. El Ser se retuerce entre gusanos de incógnitas y regurgita verdades a medias… ¿Pienso luego existo? ¿Y si no pienso nada en absoluto? ¿Estaré en el reino de Perséfone ya? ¿Por qué presiento que estoy muerto un poco cada día más y que luego no habrá más que un insondable océano de mutismo?

 

IV

Tras el rictus lóbrego del fuego se esconde la carcajada indómita del hielo.

 

III

El llanto del ángel

Sobre la tumba marchita de mi amada Nuit, demoniza de mi corazón, nacieron líquenes de risotadas. Inusitadas felicidades como aleteos de murciélagos sin alas. Soy un arcángel que renegó de su creador y cayó en las infinitas simas de su nostalgia… Sonrío pues sé, ahora seré un ángel renegado de los abismos… Y así lo desearé por el resto de la eternidad… Pues veré de nuevo los labios de fuego de mi amada Nuit… Volaremos en sus alas de dragón por las cavernas platónicas. En las catacumbas de hielo donde mora mi Señor Lucifer. Y lloraré de la dicha. El amor. Y la felicidad. Mientras, cual mancebos lúbricos, acaricio las serpientes de su cabellera.

 

II

La abadía de las calacas

Sólo allí se logran cultivar los más bellos madrigales de la comarca: bien es sabido del cariño que pone la Muerte enamorada en los jardines del caos de la vida. Sus sonrisas desencajadas, esas desternilladas mandíbulas, son de una maravilla vital. Traqueteantes al regar las gardenias, geranios, azucenas y oscuros girasoles. Te llenan de motivos el ánfora del alma para embriagar los días que resten… En este camino hacia el abismo de la nada.

 

I

Persistencia de la Muerte

Cae y cae y cae nieve negra. Llevo su cabeza sobre mi cabeza. El blanco viento silba mudo… Y mientras tanto, sonrío en silencio al ver los ojos de la muerte florecer y florecer. Cual rosas de sangre. La sangre del crepúsculo agonizante que insiste en encarnar de nuevo… En nuevas muertes que, a su vez, engendren vida como girasoles enamorados de la luna pletórica de misterios. Así es que iré al Oráculo ciego para que me muestre la verdad. En un mundo plagado de mentiras. Y tú muerte será mi muerte. Aun cuando la poesía diga: “toda muerte que no es la mía, es sólo simulacro” … Aunque creo que las muertes de todos serán también mis muertes. ¿Por quién doblan las campanas? Preguntó el viejo Hemingway antes de halar el gatillo de su escopeta. Ebrio de vida como una cuba. Por todos, amigo mío. Por mí. Por ti. Por nadie resuenan y resuenan los campanarios del silencio sobre los abismos… Porque, has de saber, yo soy la Muerte viva e irredenta. La huesa que se carcajea al compás de las olas de un mar cósmico. Y persistiré hasta el fin de los tiempos en el latido de cada corazón. La vida es una flor azul al borde de los precipicios del no Ser.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

MINIFICCIONES METAFICCIONALES Y METALITERARIAS

  MALDITA MALDICIÓN     A Andrés Caicedo le profanaron la tumba tras años de haber muerto. Fue un grupo de lectores profanáticos. Enferm...