ANTOLOGÍA DE HAIKÚ SIGLOS
XV- XVII, JAPÓN
Îo Sôgi
(1421-1502)
Lluvia de anoche,
cubierta esta mañana
por la hojarasca.
Muere la luna,
brisa leve del alba,
mar en verano.
Lirios, pensad
que se halla de viaje
el que os mira.
Yamazaki Sôkan
(1458-1542)
El año fenece;
nadie me da nada
este atardecer.
Arakida Moritake
(1472-1549)
¿Una flor caída
volviendo a la rama?
Era una mariposa.
Al ruiponce
hoy se me ha parecido
mi vida entera.
Tadatomo
(1624-1676)
El carbón blanco
fue, en tiempos pasados,
una nevada rama.
Yamaguchi Sodô
(1642-1716)
No tiene nada
mi choza en primavera.
Lo tiene todo.
Matsuo Bashô
(1644-1694)
A cada ráfaga
se desplaza en el sauce
la mariposa.
Del este o del oeste
sobre los campos de
arroz
el sonido del viento
Ebrio, me duermo.
¡Y en la piedra florecen
las clavellinas!
Cae del árbol
y derrama su agua
una camelia.
Sólo viajero
quisiera ser llamado:
primer chubasco.
La libélula
intenta en vano posarse
sobre una brizna de
hierba.
Lluvia de mayo.
Corre velozmente
el río Mogami.
¡Qué gloria!
Las hojas verdes, las
hojas jóvenes
bajo la luz del sol.
En medio del campo,
sin apego de ningún tipo,
canta la alondra.
Un mar revuelto:
sobre la isla de Sado,
la Vía Láctea.
Crudo invierno:
El mundo de un solo color
y el sonido del viento.
Canta el cuclillo:
un bosque de bambú
filtra la luna.
Llega el otoño;
el mar y el campo tienen
el mismo verde.
Primera nieve:
las hojas del narciso
casi curvadas.
Crecen los días
para el canto insondable
de las alondras.
Un sauce verde
goteando en el barro:
marea baja.
En los claros de nieve,
el leve violeta de los brotes
de la flor de udo.
En el camino, la
fiebre:
y por mis sueños,
llanura seca,
voy errante.
Cuando miro con cuidado
¡veo florecer la nazuna
junto al seto!
Con el rocío de la mañana,
sucio, fresco...
el barro del melón.
El cuervo horrible
¡qué hermoso esta mañana
sobre la nieve!
Me llamarán por el
nombre
de caminante.
Tempranas lluvias de
invierno.
Piernas enclenques
tendré, pero está en flor
el monte Yoshino.
Hoy el rocío
borrará lo escrito
en mi sombrero.
Una mujer lavando patatas;
si Saigyô estuviera
compondría un waka.
Bajo un mismo techo
durmieron las
cortesanas,
la luna y el trébol.
En la bahía
también la primavera:
flores de olas.
A una amapola
dejó sus alas una
mariposa
como recuerdo.
Olor a crisantemos.
Y en Nara, viejas
imágenes de Buda.
Yendo hacia Kioto
cubrían medio cielo
nubes de nieve.
Yo me pregunto,
avanzado el otoño,
qué hará el vecino.
Los crisantemos
se incorporan etéreos
tras el chubasco.
¡Qué santidad
la del hombre que ante un relámpago
no comprende la realidad!
Llora
la sombra sola de la
anciana.
Compañera de la luna.
Plenilunio de otoño;
paseo en torno al estanque
toda la noche.
¡Ha llegado la
primavera!
Monte sin nombre
entre fina hierba.
Las montañas y el jardín
se van adentrando
hasta mi habitación en verano.
Luna de agosto.
Hasta el portón irrumpe
la marejada.
Aroma del ciruelo,
de repente el sol sale.
Senda del monte.
La primavera pasa;
lloran las aves
y son lágrimas los ojos
de los peces.
Quietud:
los cantos de la cigarra
penetran en las rocas.
Un viejo estanque;
se zambulle una rana,
ruido de agua.
Sobre la rama seca
un cuervo se ha posado;
tarde de otoño.
Este camino
ya nadie lo recorre
salvo el crepúsculo.
Yo soy un hombre
que come su arroz
ante la flor de asagao.
A la intemperie
se va infiltrando el
viento
hasta mi alma.
El mar ya oscuro:
los gritos de los patos
apenas blancos.
Retomado de: Antología del Haikú. Unimatehuala.edu.mx. 14 de
septiembre de 2022.
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