INSTITUCIÓN
EDUCATIVA TÉCNICA LEPANTO
MURILLO- TOLIMA
Reconocimiento Oficial: Res. 7684 del 13 de Noviembre de 2018.
Código Dane:
273411000725
Registro Educativo:
14611053
Nit: 800014311-9
Carrera 11 No. 1-141
Teléfono 3124628683
ASIGNATURA: Lengua Castellana y Literatura
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DOCENTE: Víctor Hugo Osorio Céspedes
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PERIODO ACADÉMICO: 2
GRADO DÉCIMO
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SEDE: I.E.T Lepanto
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FECHA DE INICIO: 20 de abril de 2020
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TIEMPO DE EJECUCIÓN: 2 semanas
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FECHA DE FINALIZACIÓN: 1 de mayo de 2020
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CONTENIDOS TEMÁTICOS:
1. El texto
argumentativo: La reseña crítica.
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INDICADOR:
Reconoce las características y estructura de una reseña crítica.
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OBJETIVOS DE APRENDIZAJE:
Utiliza el conocimiento adquirido para tomar decisiones y resolver
problemas, así como criticar y valorar por medio de reseñas literarias.
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DESARROLLO DE LA TEMÁTICA (SABERES):
Literatura latinoamericana de la independencia
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TALLER N° 1
pasos para hacer
una reseña
Una reseña es un breve texto que
se edita en una publicación periódica. Acostumbra a ser la crítica de un libro,
una obra de teatro o cualquier otro tema similar. Es un ensayo descriptivo que
pretende informar al público interesado sobre una novedad específica. Preparar
una reseña puede no resultar sencillo, ya que, a menudo, se tienen muchas cosas
qué decir, pero poco espacio, ya que no debe superar las dos o tres
páginas. En este artículo especial te contamos
cómo hacer una reseña, cuáles son los pasos para hacer una reseña perfecta y
cuáles son las partes a tener en cuenta.
Pasos para hacer
una reseña
Para elaborar una buena reseña es fundamental hacer un
trabajo de investigación y comprensión del texto a reseñar, abordando el texto
siguiendo estos pasos:
1. Es recomendable preguntarse “¿Qué quiere decir la obra y
cómo lo dice?”, en lugar de, simplemente, preguntarse “¿qué dice?”
2. La lectura de la obra en cuestión debe ser crítica y debe
buscar los secretos escondidos en sus palabras. Realizar preguntas al texto es
la mejor manera de hacerlo:
¿Cuál es el objetivo de la obra?,
¿Cuál es su argumento central, y cómo se prueba?
¿Cómo puedo contestarle al autor?
¿Qué puedo concluir?
3. Todas estas preguntas ayudan a ver el grado de
comprensión del texto trabajado. Con el texto leído y comprendido, es muy
recomendable generar una ficha de lectura. Este documento, que te permitirá
organizar la información, debe incluir, además de las respuestas a las preguntas
expuestas más arriba:
datos sobre el contexto en el que fue publicado el texto
quién era su autor
en qué época se publicó
datos bibliográficos
4. Es muy importante ser concreto, claro y preciso en las
respuestas y afirmaciones, sobre todo cuando se trata de citas ajenas.
5. Una vez concluida la lectura crítica y profunda del texto
y completada la ficha de lectura, se tienen las herramientas para escribir la
reseña. El formato recomendado es el ensayo.
Partes de una
reseña
Tras conocer los pasos, es interesante tener en cuenta las
distintas partes de un reseña. Su organización debe seguir el siguiente esquema
general:
1. Presentación y contextualización del tema
Se trata de ubicar al autor y a su obra en tiempo y espacio.
En este apartado se pueden distinguir dos partes: el título y la presentación.
El título incluye el nombre del autor, el título de la obra,
el lugar de edición, la editorial, la fecha
de publicación y el número de páginas.
El primer parágrafo es el de la presentación, y detalla el
idioma original de la obra, la lengua a la que está traducida, y el nombre del
traductor/a.
2. Resumen
Descripción del elemento a reseñar, el autor, la obra y sus
técnicas. Hay dos subcategorías obligatorias; el contenido y las fuentes.
Contenido. Se comentan los temas tratados en la obra, de
forma descriptiva, breve y clara.
Fuentes. Se detallan las fuentes que utilizó el autor para
realizar su trabajo.
Existen cuatro subcategorías, que son opcionales;
antecedentes del autor, propósito, organización de la obra y método de
trabajo.
Antecedentes del autor. Párrafo que explica los temas en los
que se especializa el autor, las lenguas que utiliza, otras obras realizadas…
Propósito. Objetivos del autor al escribir esta obra.
Organización de la obra. Describe cómo está ordenada la
obra. Si es un libro, se especifica el número de capítulos, junto con el
prólogo, las conclusiones...
Método de trabajo. Se mencionan las investigaciones que el
autor llevó a cabo para elaborar esta obra, o los pasos que siguió para
recopilar las ideas que originarían la obra.
3. Juicio personal
Es una de las partes más importantes de la reseña, pues incluye
la valoración personal del reseñador sobre los aciertos y limitaciones de la
obra. Generalmente se hace una crítica negativa o una crítica positiva.
Crítica negativa. Detalla los aspectos débiles del trabajo.
La redacción es atenuada, evitando utilizar palabras fuertes y
menosprecios.
Crítica positiva. Destaca los puntos fuertes del texto.
Se utilizan adjetivos para lograr un
resultado claro y conciso.
4. Referencias
Es importante que la reseña incluya las referencias
bibliográficas consultadas, a fin de darle validez al artículo y situar en el
tiempo y el espacio la obra analizada.
5. Identificación
Se indican los datos del autor/a de la reseña, y se incluye
el correo y otros datos de contacto electrónico.
¿Cuáles son los
diferentes estilos de reseña?
Ahora conoces qué es una reseña, cómo elaborarla y cuáles
son sus partes. Pero también debes saber que hay diferentes estilos de reseña:
podemos encontrar reseñas reconstructivas o reseñas críticas:
Reseña
reconstructiva
Describe la estructura de un texto. Lo más práctico para
realizar una reseña reconstructiva es redactarla siguiendo la información expuesta
en la ficha de lectura.
Este tipo de reseña debe estar formada por tres partes
principales:
El contexto. Se sitúa el texto en sus circunstancias
correspondientes, a fin de contextualizar al lector.
La descripción. Se tratan los componentes del texto, y se
exponen los argumentos y la metodología del mismo.
El cierre. Presenta las consecuencias que tuvo la
publicación del texto, y cómo fue tomado en discusiones posteriores.
Se debe evitar resumir el contenido de forma detallada.
Reseña crítica
Es subjetiva y evalúa el contenido del texto. No es
recomendable escribir una reseña crítica sin antes haber escrito una reseña
reconstructiva.
Hay dos tipos de reseña crítica; la interna y la externa.
Reseña crítica interna. Se valora la manera en que escribe
el autor, o cómo expone sus argumentos. Si es claro, si es preciso, coherente,
comunicativamente eficaz....
Reseña crítica externa. Se analiza la relación entre la obra
en cuestión y su área de influencia o conocimiento. Es decir, qué aporta la
obra a su contexto, qué discusiones plantea y
cómo emplea a sus fuentes.
Al redactar la reseña es fundamental mantener la seriedad,
la coherencia y la honestidad intelectual respecto al texto. Esto debe tenerse
muy en cuenta sobre todo en el momento de formular opiniones personales acerca
del contenido de la obra. También es
importante revisar más de una vez el texto final, y, siempre que sea posible,
solicitar la opinión de alguien de confianza.
Esperamos que después de este artículo especial sobre cómo
hacer una reseña, cuáles son los pasos para redactarla y cuáles son sus partes,
tu próxima reseña tenga todo lo necesario para una nota excelente.
ACTIVIDADES
1.
Lee el siguiente cuento y escribe una reseña uno
de mínimo una cuartilla.
2.
Observa una película de tu interés y escribe una
reseña de máximo tres cuartillas.
La máscara de la
muerte roja
Durante mucho tiempo, la «Muerte
Roja» había devastado la región. Jamás pestilencia alguna fue tan fatal y
espantosa. Su avatar era la sangre, el color y el horror de la sangre. Se
producían agudos dolores, un súbito desvanecimiento y, después, un abundante
sangrar por los poros y la disolución del ser. Las manchas purpúreas por el
cuerpo, y especialmente por el rostro de la víctima, desechaban a ésta de la
Humanidad y la cerraban a todo socorro y a toda compasión. La invasión, el
progreso y el resultado de la enfermedad eran cuestión de media hora. Pero el
príncipe Próspero era feliz, intrépido y sagaz. Cuando sus dominios perdieron
la mitad de su población, reunió a un millar de amigos fuertes y de corazón
alegre, elegidos entre los caballeros y las damas de su corte, y con ellos
constituyó un refugio recóndito en una de sus abadías fortificadas. Era una
construcción vasta y magnífica, una creación del propio príncipe, de gusto
excéntrico, pero grandioso. Rodeábala un fuerte y elevado muro, con sus correspondientes
puertas de hierro. Los cortesanos, una vez dentro, se sirvieron de hornillos y
pesadas mazas para soldar los cerrojos. Decidieron atrincherarse contra los
súbitos impulsos de la desesperación del exterior e impedir toda salida a los
frenesíes del interior. La abadía fue abastecida copiosamente. Gracias a tales
precauciones los cortesanos podían desafiar el contagio. El mundo exterior, que
se las compusiera como pudiese. Por lo demás, sería locura afligirse o pensar
en él. El príncipe había provisto aquella mansión de todos los medios de
placer. Había bufones, improvisadores, danzarines, músicos, lo bello en todas
sus formas, y había vino. En el interior existía todo esto, además de la
seguridad. Afuera, la «Muerte Roja». Ocurrió a fines del quinto o sexto mes de
su retiro, mientras la plaga hacía grandes estragos afuera, cuando el príncipe
Próspero proporcionó a su millar de amigos un baile de máscaras de la más
insólita magnificencia. ¡Qué voluptuoso cuadro el de ese baile de máscaras!
Permítaseme describir los salones donde tuvo efecto. Eran siete, en una hilera
imperial. En muchos palacios estas hileras de salones constituyen largas
perspectivas en línea recta cuando los batientes de las puertas están abiertos
de par en par, de modo que la mirada llega hasta el final sin obstáculo. Aquí,
el caso era muy distinto, como se podía esperar por parte del duque y de su
preferencia señaladísima por lo bizarre. Las salas estaban dispuestas de modo
tan irregular que la mirada solamente podía alcanzar una cada vez. Al cabo de
un espacio de veinte o treinta yardas encontrábase una súbita revuelta, y en
cada esquina, un aspecto diferente. A derecha e izquierda, en medio de cada
pared, una alta y estrecha ventana gótica comunicaba con un corredor cerrado
que seguía las sinuosidades del aposento. Cada ventanal estaba hecho de vidrios
de colores que armonizaban con el tono dominante de la decoración del salón
para el cual se abría. El que ocupaba el extremo oriental, por ejemplo, estaba
decorado en azul, y los ventanales eran de un azul vivo. El segundo aposento
estaba ornado y guarnecido de púrpura, y las vidrieras eran purpúreas. El
tercero, enteramente verde, y verdes sus ventanas. El cuarto, anaranjado,
recibía la luz a través de una ventana anaranjada. El quinto, blanco, y el
sexto, violeta. El séptimo salón estaba rigurosamente forrado por colgaduras de
terciopelo negro, que revestían todo el techo y las paredes y caían sobre un
tapiz de la misma tela y del mismo color. Pero solamente en este aposento el
color de las vidrieras no correspondía al del decorado. Los ventanales eran
escarlata, de un intenso color de sangre. Ahora bien: no veíase lámpara ni
candelabro alguno en estos siete salones, entre los adornos de las paredes o
del techo artesonado. Ni lámparas ni velas; ninguna claridad de esta clase, en
aquella larga hilera de habitaciones. Pero en los corredores que la rodeaban,
exactamente enfrente de cada ventana, levantábase un enorme trípode con un
brasero resplandeciente que proyectaba su claridad a través de los cristales
coloreados e iluminaba la sala de un modo deslumbrante. Producíase así una
infinidad de aspectos cambiantes y fantásticos. Pero en el salón de poniente,
en la cámara negra, la claridad del brasero, que se reflejaba sobre las negras
tapicerías a través de los cristales sangrientos, era terriblemente siniestra y
prestaba a las fisonomías de los imprudentes que penetraban en ella un aspecto
tan extraño, que muy pocos bailarines tenían valor para pisar su mágico
recinto. También en este salón erguíase, apoyado contra el muro de poniente, un
gigantesco reloj de ébano. Su péndulo movíase con un tictac sordo, pesado y
monótono. Y cuando el minutero completaba el circuito de la esfera e iba a
sonar la hora, salía de los pulmones de bronce de la máquina un sonido claro,
estrepitoso, profundo y extraordinariamente musical, pero de un timbre tan
particular y potente que, de hora en hora, los músicos de la orquesta veíanse
obligados a interrumpir un instante sus acordes para escuchar el sonido. Los
valsistas veíanse forzados a cesar en sus evoluciones. Una perturbación
momentánea recorría toda aquella multitud, y mientras sonaban las campanas
notábase que los más vehementes palidecían y los más sensatos pasábanse las
manos por la frente, pareciendo sumirse en meditación o en un sueño febril.
Pero una vez desaparecía por completo el eco, una ligera hilaridad circulaba
por toda la reunión. Los músicos mirábanse entre sí y reíanse de sus nervios y
de su locura, y jurábanse en voz baja unos a otros que la próxima vez que
sonaran las campanadas no sentirían la misma impresión. Y luego, cuando después
de la fuga de los sesenta minutos que comprenden los tres mil seiscientos
segundos de la hora desaparecida, cuando llegaba una nueva campanada del reloj
fatal, se producía el mismo estremecimiento, el mismo escalofrío y el mismo
sueño febril. Pero, a pesar de todo esto, la orgía continuaba alegre y
magnífica. El gusto del duque era muy singular. Tenía una vista segura por lo
que se refiere a colores y efectos. Despreciaba el decora de moda. Sus
proyectos eran temerarios y salvajes, y sus concepciones brillaban con un
esplendor bárbaro. Muchas gentes lo consideraban loco. Sus cortesanos sabían
perfectamente que no lo era. Sin embargo, era preciso oírlo, verlo, tocarlo,
para asegurarse de que no lo estaba. En ocasión de esta gran fête, había
dirigido gran parte de la decoración de los muebles, y su gusto personal había
dirigido el estilo de los disfraces. No hay duda de que eran concepciones
grotescas. Era deslumbrador, brillante. Había cosas chocantes y cosas
fantásticas, mucho de lo que después se ha visto en “Hernani”. Había figuras
arabescas, con miembros y aditamentos inapropiados. Delirantes fantasías,
atavíos como de loco. Había mucho de lo bello, mucho de lo licencioso, mucho de
lo bizarre, algo de lo terrible y no poco de lo que podría haber producido
repugnancia. De un lado a otro de las siete salas pavoneábase una muchedumbre
de pesadilla. Y esa multitud —la pesadilla— contorsionábase en todos sentidos,
tiñéndose del color de los salones, haciendo que la música pareciera el eco de
sus propios pasos. De pronto, repica de nuevo el reloj de ébano que se
encuentra en el salón de terciopelo. Por un instante queda entonces todo
parado; todo guarda silencio, excepto la voz del reloj. Las figuras de
pesadilla quédanse yertas, paradas. Pero los ecos de la campana se van
desvaneciendo. No han durado sino un instante, y, apenas han desaparecido, una
risa leve mal reprimida se cierne por todos lados. Y una vez más, la música suena,
vive en los ensueños. De un lado a otro, retuércense más alegremente que nunca,
reflejando el color de las ventanas distintamente teñidas y a través de las
cuales fluyen los rayos de los trípodes. Pero en el salón más occidental de los
siete no hay ahora máscara ninguna que se atreva a entrar, porque la noche va
transcurriendo. Allí se derrama una luz más roja a través de los cristales
color de sangre, y la oscuridad de las cortinas teñidas de negro es aterradora.
Y a los que pisan la negra alfombra llégales del cercano reloj de ébano un más
pesado repique, más solemnemente acentuado que el que hiere los oídos de las
máscaras que se divierten en las salas más apartadas. Pero en estas otras salas
había una densa muchedumbre. En ellas latía febrilmente el corazón de la vida.
La fiesta llegaba a su pleno arrebato cuando, por último, sonaron los tañidos
de medianoche en el reloj. Y, entonces, la música cesó, como ya he dicho, y
apaciguáronse las evoluciones de los danzarines. Y, como antes, se produjo una angustiosa
inmovilidad en todas las cosas. Pero el tañido del reloj había de reunir esta
vez doce campanadas. Por esto ocurrió tal vez, que, con el mayor tiempo, se
insinuó en las meditaciones de los pensativos que se encontraban entre los que
se divertían mayor cantidad de pensamientos. Y, quizá por lo mismo, varias
personas entre aquella muchedumbre, antes que se hubiesen ahogado en el
silencio los postreros ecos de la última campanada, habían tenido tiempo para
darse cuenta de la presencia de una figura enmascarada que hasta entonces no
había llamado la atención de nadie, Y al difundirse en un susurro el rumor de
aquella nueva intrusión, se suscitó entre todos los concurrentes un cuchicheo o
murmullo significativo de asombro y desaprobación. Y luego, finalmente, el
terror, el pavor y el asco. En una reunión de fantasmas como la que he descrito
puede muy bien suponerse que ninguna aparición ordinaria hubiera provocado una
sensación como aquélla. A decir verdad, la libertad carnavalesca de aquella
noche era casi ilimitada. Pero el personaje en cuestión había superado la
extravagancia de un Herodes y los límites complacientes, no obstante, de la
moralidad equívoca e impuesta por el príncipe. En los corazones de los hombres
más temerarios hay cuerdas que no se dejan tocar sin emoción. Hasta en los más
depravados, en quienes la vida y la muerte son siempre motivo de juego, hay
cosas con las que no se puede bromear. Toda la concurrencia pareció entonces
sentir profundamente lo inadecuado del traje y de las maneras del desconocido.
El personaje era alto y delgado, y estaba envuelto en un sudario que lo cubría
de la cabeza a los pies.
La máscara que ocultaba su rostro representaba tan admirablemente la rígida fisonomía de un cadáver, que hasta el más minucioso examen hubiese descubierto con dificultad el artificio. Y, sin embargo, todos aquellos alegres locos hubieran soportado, y tal vez aprobado aquella desagradable broma. Pero la máscara había llegado hasta el punto de adoptar el tipo de la «Muerte Roja». Sus vesti- duras estaban manchadas de sangre, y su ancha frente, así como sus demás facciones, se encontraban salpicadas con el horror escarlata. Cuando los ojos del príncipe Próspero se fijaron en aquella figura espectral (que con pausado y solemne movimiento, como para representar mejor su papel, pavoneábase de un lado a otro entre los que bailaban), se le vio, en el primer momento, conmoverse por un violento estremecimiento de terror y de asco. Pero, un segundo después, su frente enrojeció de ira. —¿Quién se atreve —preguntó con voz ronca a los cortesanos que se hallaban junto a él—, quién se atreve a insultarnos con esta burla blasfema? ¡Apoderaos de él y desenmascararse, para que sepamos a quién hemos de ahorcar en nuestras almenas al salir el sol!. Ocurría esto en el salón del Este, o cámara azul, donde hallábase el príncipe Próspero al pronunciar estas palabras. Resonaron claras y potentes a través de los siete salones, pues el príncipe era un hombre impetuoso y fuerte, y la música había cesado a un ademán de su mano. Ocurría esto en la cámara azul, donde hallábase el príncipe rodeado de un grupo de pálidos cortesanos. Al principio, mientras hablaba, hubo un ligero movimiento de avance de este grupo hacia el intruso, que, en tal instante, estuvo también al alcance de sus manos, y que ahora, con paso tranquilo y majestuoso, acercábase cada vez más al príncipe. Pero por cierto terror indefinido, que la insensata arrogancia del enmascarado había inspirado a toda la concurrencia, nadie hubo que pusiera mano en él para prenderle, de tal modo que, sin encontrar obstáculo alguno, pasó a una yarda del príncipe, y mientras la inmensa asamblea, como obedeciendo a un mismo impulso, retrocedía desde el centro de la sala hacia las paredes, él continuó sin interrupción su camino, con aquel mismo paso solemne y mesurado que le había distinguido desde su aparición, pasando de la cámara azul a la purpúrea, de la purpúrea a la verde, de la verde a la anaranjada, de ésta a la blanca, y llegó a la de color violeta antes de que se hubiera hecho un movimiento decisivo para detenerle. Sin embargo, fue entonces cuando el príncipe Próspero, exasperado de ira y vergüenza por su momentánea cobardía, se lanzó precipitadamente a través de las seis cámaras, sin que na- die lo siguiera a causa del mortal terror que de todos se había apoderado. Blandía un puñal desenvainado, y se había acercado impetuosamente a unos tres o cuatro pies de aquella figura que se batía en retirada, cuando ésta, habiendo llegado al final del salón de terciopelo, volvióse bruscamente e hizo frente a su perseguidor. Sonó un agudo grito y la daga cayó relampagueante sobre la fúnebre alfombra, en la cual, acto seguido, se desplomó, muerto, el príncipe Próspero. Entonces, invocando el frenético valor de la desesperación, un tropel de máscaras se precipitó a un tiempo en la negra estancia, y agarrando al desconocido, que manteníase erguido e inmóvil como una gran estatua a la sombra del reloj de ébano, exhalaron un grito de terror inexpresable, viendo que bajo el sudario y la máscara de cadáver que habían aferrado con energía tan violenta no se hallaba forma tangible alguna. Y, entonces, reconocieron la presencia de la «Muerte Roja», Había llegado como un ladrón en la noche, y, uno por uno, cayeron los alegres libertinos por las salas de la orgía, inundados de un rocío sangriento. Y cada uno murió en la desesperada postura de su caída. Y la vida del reloj de ébano extinguióse con la del último de aquellos licenciosos. Y las llamas de los trípodes se extinguieron. Y la tiniebla, y la ruina, y la «Muerte Roja» tuvieron sobre todo aquello ilimitado dominio.
La máscara que ocultaba su rostro representaba tan admirablemente la rígida fisonomía de un cadáver, que hasta el más minucioso examen hubiese descubierto con dificultad el artificio. Y, sin embargo, todos aquellos alegres locos hubieran soportado, y tal vez aprobado aquella desagradable broma. Pero la máscara había llegado hasta el punto de adoptar el tipo de la «Muerte Roja». Sus vesti- duras estaban manchadas de sangre, y su ancha frente, así como sus demás facciones, se encontraban salpicadas con el horror escarlata. Cuando los ojos del príncipe Próspero se fijaron en aquella figura espectral (que con pausado y solemne movimiento, como para representar mejor su papel, pavoneábase de un lado a otro entre los que bailaban), se le vio, en el primer momento, conmoverse por un violento estremecimiento de terror y de asco. Pero, un segundo después, su frente enrojeció de ira. —¿Quién se atreve —preguntó con voz ronca a los cortesanos que se hallaban junto a él—, quién se atreve a insultarnos con esta burla blasfema? ¡Apoderaos de él y desenmascararse, para que sepamos a quién hemos de ahorcar en nuestras almenas al salir el sol!. Ocurría esto en el salón del Este, o cámara azul, donde hallábase el príncipe Próspero al pronunciar estas palabras. Resonaron claras y potentes a través de los siete salones, pues el príncipe era un hombre impetuoso y fuerte, y la música había cesado a un ademán de su mano. Ocurría esto en la cámara azul, donde hallábase el príncipe rodeado de un grupo de pálidos cortesanos. Al principio, mientras hablaba, hubo un ligero movimiento de avance de este grupo hacia el intruso, que, en tal instante, estuvo también al alcance de sus manos, y que ahora, con paso tranquilo y majestuoso, acercábase cada vez más al príncipe. Pero por cierto terror indefinido, que la insensata arrogancia del enmascarado había inspirado a toda la concurrencia, nadie hubo que pusiera mano en él para prenderle, de tal modo que, sin encontrar obstáculo alguno, pasó a una yarda del príncipe, y mientras la inmensa asamblea, como obedeciendo a un mismo impulso, retrocedía desde el centro de la sala hacia las paredes, él continuó sin interrupción su camino, con aquel mismo paso solemne y mesurado que le había distinguido desde su aparición, pasando de la cámara azul a la purpúrea, de la purpúrea a la verde, de la verde a la anaranjada, de ésta a la blanca, y llegó a la de color violeta antes de que se hubiera hecho un movimiento decisivo para detenerle. Sin embargo, fue entonces cuando el príncipe Próspero, exasperado de ira y vergüenza por su momentánea cobardía, se lanzó precipitadamente a través de las seis cámaras, sin que na- die lo siguiera a causa del mortal terror que de todos se había apoderado. Blandía un puñal desenvainado, y se había acercado impetuosamente a unos tres o cuatro pies de aquella figura que se batía en retirada, cuando ésta, habiendo llegado al final del salón de terciopelo, volvióse bruscamente e hizo frente a su perseguidor. Sonó un agudo grito y la daga cayó relampagueante sobre la fúnebre alfombra, en la cual, acto seguido, se desplomó, muerto, el príncipe Próspero. Entonces, invocando el frenético valor de la desesperación, un tropel de máscaras se precipitó a un tiempo en la negra estancia, y agarrando al desconocido, que manteníase erguido e inmóvil como una gran estatua a la sombra del reloj de ébano, exhalaron un grito de terror inexpresable, viendo que bajo el sudario y la máscara de cadáver que habían aferrado con energía tan violenta no se hallaba forma tangible alguna. Y, entonces, reconocieron la presencia de la «Muerte Roja», Había llegado como un ladrón en la noche, y, uno por uno, cayeron los alegres libertinos por las salas de la orgía, inundados de un rocío sangriento. Y cada uno murió en la desesperada postura de su caída. Y la vida del reloj de ébano extinguióse con la del último de aquellos licenciosos. Y las llamas de los trípodes se extinguieron. Y la tiniebla, y la ruina, y la «Muerte Roja» tuvieron sobre todo aquello ilimitado dominio.
F I N
Datos básicos del autor Edgar Allan Poe, breve biografía de
su vida y listado completo de sus obras como escritor.
Datos Básicos del Autor:Edgar Allan Poe
Nombre completo: Edgar Allan Poe
Lugar de nacimiento: Boston, Massachusetts, Estados Unidos
Fecha de nacimiento: 19 de enero de 1809
Murió: 7 de octubre de 1849 en Baltimore
Géneros literarios: Novelas / Poesía / Cuentos
Libros más destacados: Aventuras de Arthur Gordon Pym.
Biografía
Edgar Allan Poe era hijo de
Elizabeth Arlold Poe y David Poe, actores ambulantes de teatro, quienes lo
dejaron huérfano a los dos años. Fue educado por John Allan, un acaudalado
hombre de negocios de Richmond, y de 1815 a 1820 vivió con éste y su esposa en
el Reino Unido, donde comenzó su educación.
Los Allan acogieron al niño, pero nunca lo adoptaron
formalmente aunque le dieron el nombre de "Edgar Allan Poe".
Después de regresar a los Estados
Unidos, Edgar Allan Poe siguió estudiando en centros privados y asistió a la
Universidad de Virginia, pero en 1827 su afición al juego y a la bebida le
acarreó la expulsión. Abandonó poco después el puesto de empleado que le había
asignado su padre adoptivo, y viajó a Boston, donde publicó anónimamente su
primer libro, Tamerlán y otros poemas.
Se enroló luego en el ejército,
en el que permaneció dos años. En 1829 apareció su segundo libro de poemas, Al
Aaraf, y obtuvo, por influencia de su padre adoptivo, un cargo en la Academia
Militar de West Point, de la que a los pocos meses fue expulsado por
negligencia en el cumplimiento del deber.
La miseria y el hambre lo
acompañaron, por motivos económicos pronto dirigió sus esfuerzos a la prosa,
escribiendo relatos y crítica literaria para algunos periódicos de la época;
llegó a adquirir cierta notoriedad por su estilo cáustico y elegante. Debido a
su trabajo, vivió en varias ciudades: Baltimore, Filadelfia y Nueva York.
En Baltimore, en 1835, contrajo
matrimonio con su prima Virginia Clemm, que tenía tan sólo 13 años de edad. En
enero de 1845, publicó un poema que lo haría célebre: "El cuervo". Su
mujer murió de tuberculosis dos años más tarde. Aún hundido en la desolación,
el autor terminó, en 1849, el poema "Eureka". Con la muerte de
Virginia, Poe quedó devastado, su vida se fue en picada.
Falleció a tan sólo cuarenta años
de edad, el 7 de octubre de 1849 en la ciudad de Baltimore. No se sabe el
motivo exacto de su muerte, nunca fue aclarado. Se le atribuye a varias causas
como el alcohol, las drogas, fallo cardíaco, rabia, suicidio, tuberculosis
entre otras.
La impronta del escritor, tanto
como su obra, marcó profundamente la literatura de su país y la de todo el
mundo.
Fue un autor muy fecundo,
escribió alrededor de sesenta cuentos, además de una serie de poemas, aunque a
este género no le dedicó el tiempo que él hubiera deseado, debido a su precaria
situación económica. Para él la máxima expresión literaria era la poesía.
También escribió novelas, ensayos y otros escritos. Sus ficciones abarcan
diversos géneros, como el terror, la aventura, la ciencia ficción y la
detectivesca, a este último se le atribuye su invención.
Es reconocido como uno de los
maestros universales del relato corto y por ser el predecesor de la novela
policíaca moderna. Sus relatos descollan por su belleza literaria y por
combinar en ellos lo siniestro y macabro con el humor, el terror, el horror y
la poesía.
Obras
Cuentos
Metzengerstein
Manuscrito hallado en una botella
El Rey Peste
Berenice
Ligeia
La caída de la casa de Usher
William Wilson
El hombre de la multitud
Un descenso al Maelström
Los crímenes de la calle Morgue
La máscara de la Muerte Roja
El pozo y el péndulo
El retrato Oval
El escarabajo de oro
El misterio de Marie Rogêt
El gato negro
El corazón delator
La caja oblonga
La carta robada
El entierro prematuro
El demonio de la perversidad
La verdad sobre el caso del señor Valdemar
El sistema del Dr. Tarr y el profesor Fether
El barril de amontillado
Hop-Frog
"Los Anteojos
Historias extraordinarias
Cuentos de lo grotesco y de lo arabesco
Poesía
Las campanas
Ulalume
Annabel Lee
El cuervo
Lenore
Un sueño en un sueño
A mi madre
Novelas
La narración de Arthur Gordon Pym
El diario de Julius Rodman
Ensayos
Filosofía de la composición
Eureka
El principio poético
Resúmenes disponibles:
Aventuras de Arthur Gordon Pym (1838)
El Corazón Delator y otros relatos (1843)
El Cuervo y otros poemas (1845)
El Gato Negro y otros cuentos (1843)
BIBLIOGRAFIA
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